Foto facilitada por Carlos Chacón http://www.conlaluzdisponible.blogspot.com/ |
El hogar
temporal que me daba cobijo si acaso me permitía el desarrollo de la nueva
morfología, una muy diferente a la que tuve en días anteriores, en una vida de
vagos recuerdos. Pero el llamado de la naturaleza es más fuerte que cualquier
viento huracanado y pronto empecé a salir del capullo delgado que me mantenía
alejada de las bellezas del jardín.
La salida fue
lenta y paciente como el andar de los rayos del sol entre las hojas. Todas las
mariposas nos tomamos nuestro tiempo para acostumbrarnos a la nueva
temperatura, al aire, a conocer al detalle las bondades de todas nuestras
partes. No es fácil pasar de una vida monótona de arrastre, a la libertad que
nos confieren nuestras alas.
Al fin, en
algún momento sin hora encontré la fuerza necesaria para estirar esos grandes
pliegos que cuelgan a mis costados y volé... Dicen que son brazos de colores,
pero en realidad no sé reconocerlos.
Hoy, ha
pasado mucho tiempo desde ese primer viaje. He probado los néctares de muchas
flores, incluso de frutos maduros, he volado largas distancias y he conocido
más como yo, pequeñas criaturas con muchas aventuras que compartir…
No sé
cuánto me queda de vida. No me interesa. Lo único que tengo claro es que aún cuento
con la fuerza suficiente para muchos más revoloteos, para atracar en el polen
de las flores del jardín y descansar entre el fresco de las hojas verdes de
superficie irresistible.
Katmarce—