Así lucía el celular durante el "apagón" |
Pasaba la
hora de almuerzo. Yo estaba sentada en
mi puesto de trabajo, celular a mi derecha, computadora al frente. Escribía un
correo, mientras escuchaba música en una emisora por Internet. De pronto, la
música se detuvo. No hice mucho caso, pues es normal que a veces la conexión
inalámbrica se interrumpa. Pasaban varios minutos y el silencio continuaba...
Refresqué el navegador y: "¡No hay conexión del todo!".
Busqué mi
celular y me di cuenta que tampoco tenía señal de Internet, al mismo tiempo que
la señal telefónica indicaba este pequeño mensaje: “sin servicio”... Me dije
para mis adentros: “¡calma, calma!…
Pronto se solucionará…”
Pasaron los
minutos y las horas y la situación se prolongaba. El caos se empezó a adueñar
de la oficina en el momento en que mis compañeras comenzaban a actuar como un
avispero alborotado, cuando se percataron de que hacía falta el compañero
imprescindible en nuestro día a día.
Y es que
este “impasse” nos permitió conversar un rato y ver más allá del embrujo cautivante
de la tecnología. Interesante fue escuchar la teoría de una de las intelectuales
de mi oficina, quien me insistía en que nuestra misma necesidad de mantener la
privacidad nos está haciendo regresar a una etapa de desconexión. Según su punto de vista, la misma
conectividad y la facilidad que nos brinda Internet para conversar con nuestros
amigos y familiares en cualquier momento nos está arrastrando hacia el ahogamiento. “Con un dedo nos sentimos cerca y con el
mismo nos desconectamos”, aseguraba.
Esta frase
tiene un gran sentido; lamentablemente, no creo que eso suceda. Hace un tiempo atrás iniciamos un proceso irreversible
que cada vez nos está haciendo más dependientes de la tecnología. Incluso, algunos
estudios han demostrado que esta necesidad de conexión le genera a las nuevas
generaciones ansiedades y enfermedades creadas por la falta de esta cuasi-droga.
El “apagón”
experimentado en días pasados es un ejemplo de cómo puede afectarnos tanto a
nivel personal, como laboral. A pesar de que necesitaba llamar a mis papás y no
pude hacerlo en ese momento, esa interrupción del servicio también me dio un
espacio para disfrutar de una entretenida conversación con mis compañeras,
aprovechar el silencio de un viaje en bus, apreciar la lluvia a través de la
ventana y conciliar el sueño sin escribir un último “tweet”.
Katmarce—