domingo, 15 de julio de 2012

DESDE LA DIMENSIÓN DE UNA CONSCIENCIA VERDE


Foto facilitada por Carlos Chacón
conlaluzdisponible.blogspot.com
A veces me siento como en otra dimensión. Desde que era apenas un retoño, he visto pasar muchos soles y lunas y con cierta nostalgia me percato que mi ecosistema ha cambiado.

No tengo noción del conteo usual que algunos hacen del tiempo, pero aún así me divierto cada nueva jornada. Recuerdo cuando solo podía disfrutar la compañía de pequeñas plantas e insectos, muy cerca del suelo húmedo. Hoy, estoy un poco más solitario, pues mi estatura elevada roza los límites del cielo y son pocos los que pueden llegar hasta acá, pero aún así soy feliz.

La neblina muchas veces es mi abrigo y el viento incansablemente alborota mi verde cabellera larga, como si fueran las manos cariñosas de un enamorado afectuoso. Esas mismas ráfagas fogosas son las que han moldeado mi columna vertebral para doblegarla hasta hacerla más aerodinámica y facilitar su rutinario paso. A pesar de esta soledad tan fresca, nunca falta la compañía fugaz de algunos visitantes que disfrutan posarse en mis ramas o me acarician desde la corpulencia de mis raíces.

Mi ecosistema ha sufrido cambios. Desde esta altura ahora veo pasar, a cierta distancia de mi hogar, animales de mediana estatura, con caparazones de metal brillante. Sus formas cuadradas están sostenidas por patas redondas y he deducido que esto les facilita merodear a gran velocidad por un camino abierto y continuo. Debido a la transparencia del estómago de algunos, he advertido figuras en movimiento ahí adentro y yo me pregunto: “¿será que esos animales devoran vivas a sus presas?”…

Lamentablemente, durante el transcurso de mi existencia, algunos como yo han sido cruelmente asesinados. Los he visto suplicar clemencia y he llorado con ellos su partida. Ahora somos pocos los que seguimos en pie. Lo único que espero es que en este espacio desde donde a veces divaga mi consciencia, se me permita envejecer al ritmo natural de mi corpulento tronco y seguir disfrutando de los días soleados de verdes parajes, las madrugadas frías de rocío y escarcha y las tardes misteriosas de helada neblina.

… A veces me siento en otra dimensión porque realmente he sido testigo presencial de la transición amenazadora del tiempo y el espacio en manos de aquel que fue llamado a cuidar este planeta.

Katmarce—

domingo, 1 de julio de 2012

UN DULCE RECREO

Todo empieza cuando la pequeña niña traviesa de largas trenzas abre lentamente el papel metálico de aquello que guardaba para el momento "idóneo". Delicadamente, desdobla el envoltorio dorado, finamente acomodado en una fábrica de quién sabe qué lugar del mundo, eso no era importante. En este momento, ella solo presta atención a los tímidos sonidos que se desprenden del empaque del objeto de su deseo, tonos alegres y discretos como si fueran pequeñas sonrisas que se estremecen ante las cosquillas de unas manos inquietas.

Es una pieza algo chica la que tiene entre sus dedos, de una forma semi redonda y de una textura poco uniforme. Sus pupilas se dilatan, mientras el interior se descubre ante sus ojos. Para ese momento, la saliva se hace presente en su boca y esto la hace mover un poco sus mejillas, con el fin de eliminar el exceso de humedad que acude al llamado natural.

Los dedos frágiles de la pequeña al fin profanan el contenido y el chocolate reluce con todo su esplendor. Su capa exterior se derrite al contacto con la piel, pero a la chiquilla le complace embarrarse los dedos con el material denso y pegajoso de olor fuerte e hipnótico, característico del chocolate fino, que anticipa el deleite que éste provoca a quienes sucumben ante la tentación.

Sin esperar más tiempo, el papel termina en el piso, mientras los delgados dedos se llevan la mitad del dulce a la boca y empieza el proceso de lenta degustación. Con la delicadeza de su lengua juguetea con el chocolate derretido que baila entre el cielo de la boca y las papilas gustativas, mientras su curiosa mirada admira la otra mitad que aún se mantiene entre sus dedos. El detalle del mundo de ingredientes que componen los sabores ocultos en el corazón de este tesoro es admirable.

Pocos segundos después y resto del chocolate sufre la misma suerte, desapareciendo pausada pero inevitablemente...

El mismo tiempo que se tarda en disfrutar un suspiro profundo, así duró este momento personal, tan solo unos pocos segundos, si acaso un minutillo, pero el goce y el placer experimentado por la devoradora clandestina fueron suficientes para dibujarle una gran sonrisa en su rostro y restablecer el ánimo y la energía disminuida para regresar con nuevos bríos al campo de juego.

Katmarce—