“Es una sensación muy dolorosa”… Fue lo que José Antonio Lobo dijo sentir, hoy, cuando se le preguntó cuál era su primera reacción al conocer los resultados de los fallos del juicio ICE-Alcatel, en una entrevista ofrecida para Noticias Monumental justo antes de salir del país rumbo a Estados Unidos.
Cuando se le cuestionó qué sentía al saber que sus declaraciones fueron claves para inculpar a los demás imputados, incluyendo al ex presidente Miguel Ángel Rodríguez -uno de sus supuestos antiguos amigos cercanos-, reconoció que el proceso no había sido fácil y que él solo se ajustó a relatar los hechos como sucedieron; incluso afirmó que “cuando uno incurre en errores, la consciencia no está tranquila”. ¿Será cierto que su conciencia no está tranquila allá en los “yunaides”?...
Pero lejos de entrar en una polémica de si Lobo encontrará la paz en algún rincón del planeta o vivirá atormentado por los fantasmas de su traición, quisiera remitirme al siguiente planteamiento: ¿Cuál de los dos valores tendrá más peso: ser fiel a la amistad o ser fiel a la verdad?. ¿Será más provechoso vender la confianza que se nos encargó en una caja de seguridad para salvar el propio pellejo o curtir el pellejo para hacerle frente a las consecuencias de las malas decisiones?
Sí, claro… Sé que muchos fácil y ligeramente dirán: “hay que ser responsable de los actos”, “causa y efecto”, “por eso hay que pensar dos veces antes de tomar ciertos caminos”… Pero, ¿realmente actuarían con ese mismo honor que profesan si su vida dependiera de un hilo tan delgado?...
Como dice Juanes: “A Dios le pido”, (porque creo en Él), que me ayude a evitar esos abismos marinos. No obstante, si esta “sargenta” los tiene que cruzar, espero encontrar las fuerzas para sujetar con determinación los timones del submarino y, en caso de un inminente infortunio, hallar el valor para ser consecuente con aquella tripulación que ha sido leal y se ha ganado la recompensa de un sacrificio.
Katmarce—