martes, 11 de marzo de 2014

LA CARA PERVERSA DEL SER HUMANO


¿Se despierta sin saber dónde está, qué día es, qué le pasó y…, sobretodo, dónde está toda la gente?... Bueno, es así como empieza la historia entorno a The Walking Dead, una serie de zombies y algo más, basada en una historieta del mismo nombre.

Confieso que al inicio me resistía a verla (no soy muy fan de las historias de zombies), pero conforme fueron pasando los capítulos de la primera temporada (y subsiguientes), me enganchó la trama.

Y es que entre la sangre y podredumbre de las imágenes, también se rescata un tema aún más interesante y que está a flor de piel en los hilos que tejen el drama y el suspenso de esta serie. Se trata de esa lucha que existe entre el lado oscuro de los seres humanos y la luz de las buenas intenciones que sobreviven entre la desesperanza.

Yo pensaría que en una situación catastrófica, donde pocos tienen la fortuna de mantenerse en pie y se requiere la unión y cooperación para salir adelante, las diferencias se podrían dejar de lado para luchar por un bien común. Esa es mi visión positiva y algo inocente de la vida.

Sin embargo, la serie aplasta esa percepción y nos muestra una realidad un poco diferente, donde el egoísmo, el deseo de poder y la desconfianza muchas veces prevalecen para causar un desastre mayor del que podría ocasionar una horda de seres inanimados y hambrientos de carne fresca.

Somos humanos. Difícilmente borraremos de nuestro ADN esa naturaleza ambivalente y compleja que conduce nuestro accionar. Y como lección aprendida a lo largo de estas cinco temporadas de The Walking Dead (y de lo que muchas veces podemos ver a través de la pantalla de los noticieros actuales), diría que la lógica no siempre se impone y aún en la decadencia, el lado oscuro del ser humano podría ser más perverso que la misma situación que lo desata.

Katmarce—