![]() |
El producto "escogido" era al que se le había retirado el grano verde, a mano. Foto facilitada por Carlos Chacón www.carloschacon.net |
Que un
trozo de cartón o una simple ficha tengan un valor histórico por su travesía en
el tiempo… Eso es lo que aprendí hace unos días, gracias a las coincidencias de
la vida que me llevaron a la casa de Doña Elisa Carazo de Flores, una
reconocida coleccionista de “boletas de café”.
Para los
novatos en este tema, como yo, las dichosas boletas eran una especie de moneda
privada usada por los finqueros, en Costa Rica, a partir de 1840, para pagar a
los "cogedores" de café de aquel entonces.
Algunos
documentos explican que esta práctica inició debido a la escasez de dinero en
aquellos días, además, me imagino la dificultad para transportar “fuertes”
cantidades de efectivo sin el servicio apropiado de transporte de valores…
Fue así
como ésta se convirtió en una sencilla forma para pagarle diariamente a los trabajadores,
según la medida de lo que recolectaban: por cajuelas, medias cajuelas, quintales,
etc. Luego, al final de la semana, estas fichas y cartones eran cambiados por dinero o especies, dependiendo de la práctica de cada quien.
De regreso
a mi encuentro con Doña Elisa, a ella la conocí en su casa de toda la vida,
primeramente propiedad de sus padres, y la que aún se ubica en un barrio
tradicional en pleno centro de San José.
Con la calidez que da el paso del tiempo, esta simpática señora de 84 años me
abrió las gavetas de su asidua afición de más de 22 años (y contando).
![]() |
Parecen simples fichas, pero en realidad son grandes tesoros para coleccionistas. |
Allí
encontré cartoncitos algo desaliñados producto de múltiples intercambios,
fichas de bronce, cobre, latón, aluminio, baquelita y plástico; todo
esto a disposición de mis curiosos ojos.
La mayoría de los objetos tenían impresas insignias propias de los
dueños de esas grandes extensiones de tierra, ahora única prueba de su
procedencia. Lo más interesante es que,
en la mayoría de los casos, se trata de fincas sepultadas por la modernidad de
las ciudades.
Mientras escudriñaba
entre tantas “boletas”, mi imaginación aprovechaba para viajar a esos lugares
que Doña Elisa describía y a aquellos días donde mis abuelos y los parientes de
muchos “sudaron la gota gorda”, de sol a sol, para llevar la comida a sus hogares
y, de esta manera, mover una pequeña economía que apenas empezaba a gatear,
como lo hacen los niños que ya están pronto a dar su primer gran paso hacia la
madurez de su existencia...
Katmarce--
Yo cogí café, le daban a uno un boleto por cada cajuela de café al final de la tarde, cuando llegaban las carretas embueyadas de don Alfredo a recoger el café de los cogedores y de las cogedoras (para ser inclusivo). Yo no era bueno, pero algo me ganaba. El sábado se cogía café de la madrugada hasta mediodía, poco más, y luego llegaba el pagador y cambiábamos los boletos por el dinero efectivo: un boleto por cajuela a tanto la cajuela.
ResponderEliminarDon Alfredo era el de las carretas, con bueyes hermosotes, ya murió, le decían "Picho" y se ponía bravísimo. Más carajillo yo, sin saber que se enojaba, pero –eso sí– con el respeto debido, se me fue el "don Alfredo" y le dije "don Picho". De nada valió el "don", qué hombre más bravo, y no me quería recibir el café, al menos me dejó de último. Así se sacó el clavo.
ResponderEliminarOtro día le dije a don Picho, don Alfredo, pues, que me llevara al patio de beneficio donde dejaba el café. Dicho y hecho. Era un hombre muy alto, muy alto, de verdad. Me alzó, me sentó encima del café y me llevó al patio. Solo que había muchas carretas o camioncillos entregando café. A don Picho lo atendieron por ahí de las 7 de la noche. No había celulares, está claro, y mi mamá me buscaba por todo lado sin saber que yo estaba feliz en la carreta de don Alfredo. Cuando don Picho me fue a dejar a la casa, por dicha mi madre se sacó el enojo con el hombre largo de la carreta pintona con bueyes grandes. Al entrar a la casa me dediqué a contar mi experiencia en el patio de beneficio. Claro, casi que me sentía un niño platudo de la burguesía cafetalera, una burguesía más amante del país que la que tenemos hoy, arrodillada del todo ante el Imperio, que también los exprime.
ResponderEliminarKATMARCE: ¿no le gustaría comentar de la película de Lórax? La puse en mi blog. La invito de mil amores.
ResponderEliminarOtra cosa: uno almorzaba en los cafetales. Mi hermano menor me llevaba el almuerzo. Los demás cogedores se lo comían frío. A mí me tocaba más calientito. A mi hermano no le gustaba coger café, pero me llevaba el almuerzo, lo malo era que se sentaba a comérselo conmigo y yo salía perdiendo. Eso sí, luego me ayudaba a coger maduro un rato y se iba a jugar. Yo no lo envidiaba. Por alguna razón, me gustaba la vida de los cafetales, la algarabía de los cogedores, la ayuda de los adultos que me bajaban ramas altas, los gusanos verdes en las hojas, el grito para saber por dónde iba la calle siguiente (yo siempre terminaba mi calle mucho después de los demás) y la llegada de los bueyotes de las carretas de don Picho.
ResponderEliminar¡Qué malacrianza la de este blog! Uno queda escribiendo solo con mayúsculas, como si gritara.
ResponderEliminarDW: Me encanta su historia, muchas gracias por compartir tantas imágenes. Yo en algún momento cogí café, pero a la edad que lo hice, era más por diversión que por ganarme alguito. A mí me gustaba mucho andar con la cajuela a cuestas y reolectar algunos granitos. Era divertido. Pero la verdad, es un trabajo cansado que me gustaría repetir en algún momento.
ResponderEliminarEn un rato iré a su blog. Y no se preocupe por las mayúsculas, este es el estilo que me gusta -por el momento-.
Saludos,
Está apenas para un programa de "History Channel", de todo colecciona la gente.!
ResponderEliminarAsí es, Fran, nada más que esto realmente es histórico... Saludos,
EliminarSí tiene razón Fran, la gente colecciona de todo. Lo único que yo podría anotar ( fuera de foco, lo reconozco ) es que este sistema de pago hace algún tiempo implicaba una enorme injusticia contra el campesino, que únicamente podía cambiar las boletas en el comisariato del cafetalero, donde los precios estaban calculados para obtener ganancia sobre ganancia. Si eso no es explotación al borde de la esclavitud no sé como se llama.
ResponderEliminarHola Canaado... Puede ser, los cafetaleros tampoco eran "ningún pan de Dios", la verdad, no me extrañaría. Pero ya ves, todo eso es parte de lo que está escrito en estas "boletas"... Gracias por visitarme. Saludos,
EliminarHola Kat.
EliminarDe nuevo visitàndola.
Linda anècdota sobre colecciones. Làstima que muchas personas se deshagan de objetos que con el tiempo deberìan màs bien apreciarlas. Un simple objeto da para contar muchas historias.
Saludos!
PD. Por cierto Frank en su cofre de cosas raras, y antiguedades tiene cientos de estampillas, y monedas viejas.
Hola Jeca: Gracias por la visita, qué bueno que disfrutaste la anécdota!! Saludos,
EliminarHola amiguita, eres única con tus entradas
ResponderEliminarqueda un sabor a nostalgia
y me gusta don canaado que le puso el realismo social.
Veo a jeca por aquí, buenísimo.
Saludos a la distancia
bastante distancia
Invito a mi blog
http://casandrahijadpriamo.blogspot.com/
Las barbaries pasan por maravillas
El mundo maravilloso del capitalismo
Hola Casandra: Gracias por pasar por este submarino. Siempre es interesante ver el sazón que le ponen los visitantes... En estos días visito tu blog. Saludos,
EliminarOpino que se debería volver al método del canje. ¿Por qué? Sencillamente, amiga Katmarce, porque el dinero está echando el mundo a perder. Gracias a él los bosques son talados, la gente asesina por el narcotráfico, traiciona, destruye y miente.
ResponderEliminarSí. El sistema monetario es nuestra ruina y debería de ser suprimido.
Besos.
Hola amigo Moderato: A mí me parece que el problema no está en el dinero, sino en la codicia del hombre. Igual si nos pasáramos para el sistema de trueque habría quienes intentarían apoderarse de una mayor cantidad de "cartoncitos", "moneditas" o "boletas"... El problema está dentro de nosotros, no fuera. Saludos,
EliminarQue bonito texto. Lo sentí con amor. A la vez se nota el sentido de denuncia. Aunque no pienso que sea mejor la vida de antes pues me tocó vivir varios años en un pueblo así y no fue una experiencia muy placentera que digamos, sí estoy de acuerdo con Moderato en que sería mil veces mejor el intercambio y canje en lugar del papel y las monedas.
ResponderEliminar¡Saludos KAT!
Hola Sergio: Pues sí, la experiencia fue muy bonita y qué bueno que lo pude transmitir en el texto. Creo que cada época tiene su encanto, igual dentro de algunos años, nuevas generaciones verán nuestras costumbres con algo de nostalgia (creo!) jejeje... Saludos,
EliminarSeñorita
ResponderEliminarGracias por esta entrada tan bonita, ¿usted no sabe cuánto pagan ahora por la cajuela de café?
http://labutacadecarmen.blogspot.com/
Hola Carmen, gracias por la visita... Interesante su pregunta... No lo sé, pero voy a investigar y le cuento ;) Saludos,
Eliminar