Hace unos
días tuve el placer de disfrutar “My week with Marilyn”, una de las películas
mencionadas en la reciente premiación de los Oscar por la actuación de Michelle
Williams, quien estuvo nominada como mejor actriz y a quien conocí como la
chica problemática en Dawson’s Creek (supongo que el bloguero crítico de TV, Sergio, la recordará ahí igual que
yo)… ¿Quién iba a decir que llegaría tan lejos?...
No voy a
profundizar en temas técnicos de la película, ese campo se lo dejo al Sr.
Venegas; aunque solo diré que el producto final me pareció bastante agradable.
Una historia liviana, entretenida, bien contada y con actuaciones convincentes,
aunque nada espectaculares (punto y aparte podría ser el caso de Williams)…
… Y digo “podría ser” porque me parece que
hacer el papel de Marilyn no tiene mucha ciencia aún con los conflictos
personales que le aquejaban al personaje (tal y como lo comentaba con Carlos, otro de mis amigos blogueros).
Es decir, si comparamos esta actuación con la de Meryl Streep (en "Iron Lady"), además
de ver la diferencia histriónica, encontramos una dificultad y diferencia
importantes entre uno y otro papel (y si no están de acuerdo conmigo, los
invito a que pasen al Submarino, se sirvan un cafecito y debatan un rato).
En fin… Además de compartir esa percepción personal de la película,
también quiero mencionar otro tema más de fondo. Se trata del amargo de boca que me
quedó al ver cómo una mujer tan bella y tan querida, al punto que se pudo
jactar de tener a todo un país bajo sus pies, sufriera tanto y no encontrara la
paz y el amor que ella anhelaba.
Al menos
eso es lo que deduzco de este relato de un pequeño instante en la vida de la
actriz. Todo apunta a que la soledad fue
su compañera incansable y no hubo matrimonio, ni hubiera existido hijo (a) que
la ahuyentara. Monroe viajó a lugares hermosos, emocionó a miles de hombres, fue la modelo a seguir de miles de
mujeres, se rodeó de lujos materiales, impuso una moda, se inmortalizó… pero…
todo a costa de su alma carcomida por un vacío interno que la persiguió hasta la
tumba.
¡Qué triste!... Y pensar que esta mujer no
pedía más que ser amada, con sinceridad y compromiso, y no por ser Marilyn
Monroe (la diva)… ¿Se podría?... Aunque creo que la parte más difícil la
llevaba quien quisiera asumir el reto de demostrarle la realidad de sus sentimientos,
porque ella nunca le creería a quienes intentaran acercarse de forma honesta y
real (si es que hubo alguien así en el curso de su vida).
Katmarce--