lunes, 25 de julio de 2011

EL PEQUEÑO MIRÓN AVENTURERO


La urgencia era apremiante. Los instintos sexuales de aquel niño de 10 años ya estaban despertando y eso fue evidente desde el día en que la vio pasearse semi-desnuda en su patio, mientras él jugaba en el balcón de la casa de al lado.

Ella era mucho mayor que él.  Esa mujer madura que le provocaba inquietud a su cuerpo poseía curvas bien formadas, un pelo largo negro azabache y un caminar agraciado que hacía destacar la sensualidad necesaria para que el niño se convirtiera en un adicto al ejercicio de rastrear sus pasos.

Cada tarde, luego de que regresaba de la escuela, el recién iniciado en las aventuras masculinas buscaba el balcón en busca de la musa que lo hacía estremecerse de una forma que aún no comprendía del todo.  Probablemente, la mujer se percató de su acosador infantil, pero no le importó, pues nunca varió su rutina de salir en ropa interior al patio de su casa.

Los días pasaban y, como un farmacodependiente obsesionado, cada vez requería dosis más fuertes para calmar sus primitivas necesidades. Fue así como un día, encontró un escondite ideal que le permitiría espiar de cerca a la mujer mientras ella tomaba un baño.

Algunas horas de práctica previa fueron suficientes para perpetrar la fechoría.  Finalmente, llegó el momento.  La presa se dirigió al baño.  El niño ya estaba en su posición.  La ducha se abrió y el agua empezó a recorrer el cuerpo femenino desnudo, mientras la pupila del anterior ingenuo mocoso se dilataba a través del pequeño espacio desde donde realizaba el trabajo de observación.

Aquello fue una explosión de hormonas.  El centinela sintió un fuerte espasmo en sus genitales y la adrenalina invadió su cuerpo de adolescente precoz, mientras que sus manos sujetaban el filo de la abertura por donde se encontraba la guarida secreta.

Pasaron algunos minutos para que la mujer, en un reflejo rutinario, volteara los ojos hacia el lugar donde los finos dedos sobresalían.  Ella supo que tenía compañía, pero no dio señales de alarma.  Sin embargo, el pequeño sabía que había sido descubierto y era hora de retirarse.

Lentamente, jaló sus dedos hacia la oscuridad de su escondite y se deslizó despacio en busca del anonimato aparente de su balcón para digerir todo lo que había sucedido y encontrar explicación a las emociones que le dejaron su iniciación en el nuevo mundo donde tuvo que abandonar una década de pantalones cortos.

Katmarce—

domingo, 17 de julio de 2011

ENTRE GATOS Y OTROS DEMONIOS


Imagen tomada de extremeoencatalua.blogspot.com
Me despierto sobresaltada.  Son casi las 2 de la mañana, al menos eso es lo que dicen las luces brillantes del reloj que está a un lado de mi cama.  La oscuridad aún es espesa y el silencio abrumador, a pesar de que acaba de brincar por el techo un gato en su faena de cazador incansable.  Una calma inquietante envuelve el cuarto, la casa, la noche…

Los pensamientos conquistan mi atención. Cierro los ojos y hago un esfuerzo por invocar al sueño plácido que recién me acompañaba en mi cama.  Pero es inútil, el sueño se fugó con el pequeño alborotador nocturno y me dejó sola en mi habitación.

No importa, mantengo mis ojos cerrados y trato de enfocar las imágenes mentales en un lugar familiarmente apacible. Recuerdo el mar, un río y, de pronto, aparece una computadora y la tarea inconclusa que me espera en el escritorio. “¡Diablos!”...

Me doy vuelta, tratando de buscar una posición más cómoda. Hace frío fuera del tibio cobertor que envuelve mi cuerpo. Eso me complace, pues siento un calor sabroso que me arropa.  Sonrío un poco, aún con los ojos cerrados, y me acurruco, con mi cuerpo de medio lado, buscando una posición medio fetal, con mi cabeza sobre la fría almohada.

Nuevamente me concentro para evocar algún pasaje que me reconforte. Pienso en el frío de la noche y en la fortuna que tengo de dormir bajo un techo, una cama suave, sábanas limpias…

-- “¿Cuántas personas en este momento estarán durmiendo en la calle, probablemente con frío, con desesperanza, con temor?... ¿El perrito del barrio tendrá frío también? ¿Habrá comido?... ¿Mi familia estará bien?...

¡Mierda!... Otra vez”…  Ya me estoy impacientando.  Mi mente no me ayuda.  Mejor será distraerme un poco.

Busco a tientas el control remoto del televisor y lo enciendo.  Doy un paseo por los canales, buscando algún programa aburrido que me ayude a conciliar el sueño, pero tengo la suerte de tropezar con una serie cómica, una de mis favoritas, por cierto…

--“¡Vaya!  Ese episodio no lo había visto antes”…  Subo el volumen y me concentro...

Ya son las 3 a.m:  “¡No puede ser!  Solo faltan tres horas más para estar al pie del cañón. Si acaso solo he podido dormir un par de horas.  Bueno, mejor voy a apagar el televisor, creo que no me está ayudando mucho”…

Recuerdo que uno de los libros que todavía está pendiente en mi mesa de noche siempre me produce sueño cada vez que intento retomarlo… “¡Claro! ¿Cómo no se me había ocurrido antes?”...

Enciendo la luz y empiezo a leer.  Increíblemente la trama sufre un giro inesperado.  Aunque tuve que devolverme unas páginas para retomar el hilo de la historia, logro encontrar el punto donde la nueva información se convierte en atrevida y cautivante. “¿Cómo es posible que este libro me provocara sueño antes?”…

Vuelvo a ver el reloj.  Las 4.30 a.m:  “¡Rayos!… ¡Tampoco está funcionando!”...

Me levanto y voy al baño. Necesito dormir un poco más.  Busco en el botiquín algún remedio secreto que ayude.  Encuentro unas pastillas que siempre han funcionado en estos casos y tomo un par –“¡para ir a la segura!”-.

Regreso a la cama.  Apago la luz y busco el otro lado de la almohada.  La acomodo dándole unos golpecitos con mis manos, con el afán de darle extra-suavidad y frescura. Aún hace frío, por lo que subo el cobertor hasta mi cuello. Nuevamente, busco la infalible posición fetal, pero del lado contrario al de hace un par de horas atrás.  Cierro los ojos...  En un rápido jalón nasal lleno mis pulmores de aire y los vacío lentamente.  Vuelvo a inhalar y a exhalaaar… Repito…

… Y el insolente gato regresa al techo de mi casa con su demente persecución, tan escandalosa y despreocupada como de costumbre…  Pero esta vez no importa. El sueño finalmente se cansó de callejear detrás del felino y regresa a mis brazos como un amante traicionero y sigiloso…

Katmarce—

domingo, 10 de julio de 2011

FACUNDO SOLO ES UNO DE TANTOS…

Así es como me gusta recordarlo, con su guitarra
La muerte de Facundo Cabral sin lugar a dudas es aplastante.  Se trata de un hombre cuyo mensaje siempre estuvo plagado de reflexiones de paz y amor. Era un existencialista que siempre encontró el aplauso de un público que supo entenderlo.

No voy a decir que era su fan #1, pero era un gusto escuchar su verbo elocuente, siempre lo admiré por eso. Su muerte me recuerda la de John Lennon, por cierto.

La muerte de Facundo es solamente una muestra de los momentos límite en los que estamos viviendo. Hoy se trata de un pacificista, poeta, artista, trovador, un hombre que lejos de utilizar las armas, utilizaba una prosa sencilla. Facundo trascenderá la muerte, sin lugar a dudas, al igual que la violencia lamentablemente también parece transcender todo tipo de barreras.

Lo vemos en nuestro mismo patio trasero.  Esta misma semana, tres mujeres (aunque no tan populares como Facundo) fueron cruelmente asesinadas de un balazo en la cabeza.  Semanas atrás un muchacho recibe un tiro certero, por el único crimen de pitarle a un imprudente en la carretera… ¡Por Dios!... ¿Para dónde vamos?...

No quiero sonar pesimista, pero la situación parece empeorar día con día. Lo que resta es hacer lo propio. Aprender a vivir con tolerancia, respeto por los demás, amor y transmitir la receta a las nuevas generaciones.  También queda la lucha social para que la justicia sea pronta y se apliquen las leyes necesarias para castigar a los cobardes antisociales que se esconden en la impunidad y en el anonimato, pero esto es mucho más complejo que lo primero.

Y cierro con una de las famosas frases de Facundo, muy apropiada para estos momentos de desconsuelo:  Borra el pasado para no repetirlo, para no tratarte como te trataron ellos; pero no los culpes, porque nadie puede enseñar lo que no sabe, perdónalos y te liberarás de esas cadenas.”

… ¡Qué complejo!... ¿Se podrá perdonar?

Katmarce—

martes, 5 de julio de 2011

¡NO MÁS MINORÍAS ULTRAJADAS!


Primero fueron los cristianos, luego las mujeres, siguieron las personas de color, en algún momento fueron los judíos, ahora son los indígenas y más recientemente los homosexuales… Todos hemos sido llamados “minorías” en algún momento de la historia y, por ello, nos hemos visto forzados a liberar intensas luchas sociales para abrirnos campo entre las “mayorías”, de modo que se nos permita ejercer nuestros derechos libremente, como todo ser humano.

Una nueva situación se presentó esta semana con una pareja de chicos homosexuales, quienes vivieron una situación bochornosa con algún grandulón que los amenazó con echarlos de un establecimiento comercial donde estaban, solo por el simple hecho de darse la mano.  Me alegra mucho saber que la Sala IV obligó a dicho local a tomar medidas para que esto no vuelva a ocurrir, incluso, la empresa ahora se expone a una demanda por el pago de daños y perjuicios.

Sin embargo, me MOLESTAN (con mayúscula) los comentarios intolerantes e infundados de los que dicen ser la “mayoría” y por favor no me incluyan en ese grupo, porque a pesar de que soy heterosexual, soy respetuosa de quienes tienen una preferencia sexual diferente.

Sé que este es un tema de nunca acabar, pero hoy quiero alzar mi voz desde mi Submarino en contra de las manifestaciones ofensivas de personas mojigatas, que disfrazan su ignorancia y posible temor oculto a salir de su propio “closet”, a través de posiciones extremas y discriminatorias.

Algunos catalogan las muestras de cariño entre homosexuales como escenas obscenas… ¡Por favor!… El darse la mano, el abrazarse, incluso, el darse un beso en un lugar público dejó de ser considerado repulsivo hace mucho tiempo.

Obscenas son las escenas de algunas parejas heterosexuales que, sin ningún reparo, tienen encuentros “calientes” en un campo de juegos infantiles a plena luz del día (y estoy hablando de una situación en específico que me fue contada por un testigo indignado que vio a un par de sin vergüenzas ir más allá del beso apasionado).

Yo espero que el tiempo se encargue de apaciguar esas voces necias que pretenden atropellar los derechos de los demás.  Soy consciente de que en mis años de vida es probable que no se logre superar del todo este tema, al menos en Tiquicia, pero estaré muy satisfecha al observar que pequeñas ráfagas marinas impulsan el velero hacia la igualdad de las personas.

Katmarce—