miércoles, 13 de febrero de 2013

EL PRIMER PASO

La chiquilla de colas ceñidas y contextura menuda tenía el presentimiento de que su vida iba a cambiar a partir de esa mañana; sin embargo, la curiosidad de saber qué había más allá de la casa era más fuerte que su temor a lo desconocido.

Con su lonchera nueva de policías en una mano, un bolsito celeste lleno de cariño y sorpresas en su hombro y con la otra mano agarrada a la de su mamá fue guiada a un largo patio con muchas puertas, todas ellas colmadas de niñas y niños vestidos de igual forma. El nerviosismo se incrementó, mientras su corazón palpitaba como una locomotora. La mano de su mamá hizo el intento de liberarse pero ella no quería soltarla.

La miró con ojos llorosos y le dijo: “mami, no me dejes sola”.  La señora se acercó a la pequeña y le susurró: “aquí me quedaré, solo tienes que voltear a la ventana y verás que aquí te estaré esperando”… Muy temerosa y con algunas lágrimas que se deslizaban nutridamente sobre las mejillas, se dejó llevar al interior del recinto y se sentó donde le indicaron.

De vez en cuando echaba un vistazo a la ventana para verificar que su mamá cumpliera con su palabra… Ahí estaba… Conforme pasaban los minutos, la niña tomó confianza y se entretuvo entre lápices de color, juegos, cantos, meriendas y siestas.

La mañana avanzó con paso rápido y cuando fue hora de buscar a su mamá, salió corriendo para corroborar que, efectivamente, donde le había prometido, ahí la estaban esperando unos brazos cálidos y una sonrisa amorosa que le daban la bienvenida a la agridulce travesía hacia la independencia.

Katmarce—