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La imagen que encontré más semejante a los "cachos" de mi recuerdos. |
Venía algo somnolienta
en el bus. La tarde avanzaba “soplada” para darle campo a la noche de miércoles.
Fue un día cansado de oficina pero ya estaba pronta a tomar el otro transporte
que me llevaría a la casa. Justo cuando estaba atenta a la próxima parada, me invadió
desde afuera del autobús el olor a pan recién horneado con un característico
aroma que provenía de aquellos hornos de antaño donde aún no había atracado la
automatización de los procesos.
De esta
forma fue como recordé algo que tenía muy bien guardado en mi baúl de las
memorias… Detrás de la casa de mi abuelita paterna, hacía muchos años atrás, vivía
un amistoso panadero que cocinaba su forma de subsistencia en un gran horno rudimentario.
Algunas
veces, cuando visitaba a mi abuelita, motivada por mis eternos antojos y mi
curiosidad infantil, me escapaba para comprar algunas de las delicias que
encontraban vida en las manos de aquel señor de estatura pequeña y pelo negro.
Lo recuerdo preparando la pasta de su deliciosa repostería y llevando al
caliente horno bandejas repletas de productos prontos a cocinarse. Mis
favoritos eran aquellos famosos "cachos", grandes o pequeños, repletos de una crema de
azúcar de diversos colores o de miel de guayaba, aunque estos últimos no me
gustaban tanto como los primeros. La superficie de los "cachos" siempre venía
adornada con abundante azúcar molida que se quedaba pegada entre los dedos de
la mano como polvo de tiza.
Pero, mis
lectores, no crean que se trata de los "cachos" que hoy todavía sobreviven en
alguna vitrina de panadería de producción masiva, de esos que si acaso permiten
ver una especie de crema a los lados, más parecida a una pequeña lengua de un niño
travieso que se burla de quien ha caído en su trampa. Aquellos tenían un sabor
y un gusto especiales y sobre todo, no solo se veían bien, sino que superaban
las expectativas al mantener su delicioso relleno hasta el último trozo de la
cónica estructura crujiente.
Hoy todavía
no he encontrado repostería que se le parezca y, lamentablemente, creo que no
la encontraré. Sólo me conformo con el recuerdo de aquellos olores, sabores y momentos
llenos de asombro y dulce satisfacción, al terminar con los dedos “atollados”
de la deliciosa crema que endulzaba hasta el más amargo de los limones.
Katmarce—
Los cachos son un clásico de la infancia, yo también los comí en cantidades industrales, me encantaban los de crema pastelera, y los de dulce de leche. Eran tan ricos.
ResponderEliminarYo tenía una técnica especial, comenzaba por el culito del cacho, ahí solo había pan, pero, luego, aparecía la preciada crema pastelera.
El azúcar molida era deliciosa en los dedos todos blancos, y sin duda alguna, el olor recién salidos del horno era un premio al paladar.
Saludos
PD: Será que a mi querída niña Pochita le gustaba comenzar por el culito?, antes de comerse el cacho entero?
Hattori
jajaja!!, ¡cómo me hiciste reír, Hattori, con tus ocurrencias... Creo que compartimos el gusto por el relleno de este clásico de la repostería :) Saludos,
Eliminarjajjajjaj, qué bruto este Hattori con su Pochita.
ResponderEliminarMi querida Kat, hola.
ResponderEliminar¿Cómo no acordarse de esos generosos cachos de entonces?
Mi estimada submarinera, como usted y yo andamos por gustos distintos, pues a mí me encantaban los de guayaba. Esos cachos estaban llenos de ricas jaleas. En efecto, los de ahora son muy comerciales: son puro viento y un caramelo redulcete también muy comercial.
Kat, ¿por qué será que a los zapatos se les empezó a llamar "cachos"?
Quedo a la espera de lo que Pochita le diga a Hattori el sartenista y samurái. ¿Se imagina usted, Kat?
Me gusta esta frase que usted escribió, Katmarce:
ResponderEliminar"...una especie de crema a los lados, más parecida a una pequeña lengua de un niño travieso que se burla de quien ha caído en su trampa."
Gracias, DW!!... Yo también estoy esperando la respuesta de Pochis ante ese comentario tan picoso de nuestro amigo el Sartenista :D
EliminarCon respecto a la frase, pues sí, es que parece una burla el relleno que le ponen a alguna repostería en estos tiempos, como usted bien dice, a veces son solo aire y una se queda enjuagada...
¿Y usted tiene la respuesta ante la otra pregunta de por qué le empezaron a decir cachos a los zapatos?... Yo no sé, pero estaría interesante escuchar la respuesta (como decía aquel famoso programa de radio "Escuelita para todos" -así se llamaba, ¿verdad?)
Eso se llama Vida. Mientras los olores persisten, los cachos siguen preparándose, nosotros crecemos, nos hacemos grandes y cuando nos dimos cuenta ya estamos tan lejos de todo...
ResponderEliminarExcelente Kat, como siempre.
Gracias por tus aportes, siempre tan filosóficos, sobre cosas tan banales como los recuerdos de los "cachos" de antaño jejeje... Saludos,
EliminarHola Kat!
ResponderEliminarMe encanta esta entrada... me devuelve a mi niñez y juventud, cuando estos tesoros gastronómicos eran una ocurrencia más frecuente (cuando había algún cinquillo por ahí!)
Mis favoritos en esta arena eran los cachos de mermelada, que en ese tiempo estaban realmente rellenos de un extremo al otro con deliciosa mermelada de guayaba casera... ya no se consigue nada tan ¨real¨.
Aparte de eso, recuerdo con gran cariño los famosos ilustrados, que aún se consiguen pero ya no tan ricos.
Pero aunque ya estas cosas no sean tan ricas como solían serlo, es bueno de vez en cuando probar lo que hay ahora para que sirva como una llave a la bóveda de las memorias donde residen las mejores versiones de estas cosas que nos gustan tanto.
Un abrazo!
Carlos Ch.
http://conlaluzdisponible.blogspot.com/
Hola Carlos: Ya veo que vos y DW comparten la preferencia por el relleno de mermelada :) ¡Qué curioso!... Los ilustrados... Esos son los gatos que son rojitos, ¿verdad?...
EliminarEn eso tienes razón. Siempre habrán cosas ricas, nuevas, pero creo que las del pasado también están decoradas con dulces momentos de la infancia y es por eso que se extrañan y te generan sentimientos más allá de la satisfacción de un antojo.
Un abrazo,
Qué rico texto
ResponderEliminarmi admirada
Katmarce,
ya salgo en carrera
en carrera salgo
a comprarme un cacho
por vuestra
generosa culpa
que os agradezco.
Gracias por la visita. Hace rato que no venía por estas aguas. Me cuenta cómo le va con el cacho :)
Eliminar¡Me encanta que haya buena comida en el submarino! Se mezcla hambre con un texto tan bonito.
ResponderEliminarNo soy muy fan de los "cachos", tal vez porque nunca los probé como describes aquí, Kat, pero sí me ha pasado con innumerables tipos de comida, sobretodo las empanadas. Antes el queso se caía y se saboreaba tan rico aunque fuera todo grasoso; ahora, hay que buscar, entre más grasa si hay un pedacito si quiera. El eterno paso de ser verdadera calidad y una vez que se tiene la popularidad deseada, reducir producto y conservar precio, ¡hasta subirlo! Triste.
Habría que preparar uno mismo la receta alguna vez.
¡Saludos!
Ah!!... Mucho más fácil hacer una empanada en casa que un cacho... Bueno, eso creo. Me parece que la pasta de repostería tiene su ciencia... Cuando se anime a cocinar una tanda de empanadas de queso, me invita, Sergín ;) Saludos,
EliminarAy no, Katcita linda, ponele freno a ese 'esbocao' de Hattori el sartenista y él dice 'culito' como si fuera culito de candela o de chiquito.
ResponderEliminarNo creo que tengás un 'culito' Hattori ni yo lo tengo que posaderas me sobran en rellenitas...
y no rajés con el 'cacho' tuyo, Hanzo. Hay que ver si es bueno y sabroso como los de antes o comercial como los de ahora.
Me gustan los de guayaba como a don Carlos Chacón y a DW y ya no os mandéis con más gilipolladas mi amado samurái.
¿Vio qué muchacho, Pochis?... Yo en esas conversaciones tan elaboradas entre usted y Don Hattori, mejor ni me meto porque igual usted también sabe defenderse muy bien :D Saludos!!
EliminarNiñita Pochita, hagamos un trato, usted me da una clase de recuperación en su casa, y yo le llevo el cacho para que se lo coma solita con un poco de leche.
Eliminar¿Le entra?
jajaja... esto se puso caliente :P
EliminarEsta entrada se puso muy interesante.
ResponderEliminarVoy a escribir lo que recuerdo de los cachitos. Mis preferidos eran los de guayaba y me gustaba que estuvieran bien tostaditos.
Lo último que me comía era la jalea, y como el señor Hattori también empezaba por el culito, así lograba que me rindiera el famoso cacho.
Mi papá tenía una pulpería y ahí los vendía, con otra clase de repostería como orejas, pan de leche y gatitos. Los cachitos eran mis preferidos.
Saludos cordiales,
Carmen Fernández R.
Es que usted sí conoce cómo comerse un cacho. la felicito Carmen
Eliminar"Los soñadores de la montaña es el mejor nombre para llamar a un grupo de titanes que hace 22 años decidieron dejarlo todo e irse a vivir a las montañas cerca de Buenos Aires de Puntarenas."
ResponderEliminarKatmarce, saludos: la invito a leer esta crónica en mi blog "El sentir de Ana":
http://elsentirdeana.blogspot.com/
Los cachos de antes y lo prusianos son algo que guardo en mi memoria gustativa y ahí estarán por siempre, ¡ que´delicia ¡, los de jalea de guayaba, nooo¡¡¡ si tengo la boca hecha agua. Saludos
ResponderEliminar¡Qué rico un prusiano con café!... También me antojaste :)
EliminarEn cuanto pueda, paso por tu blog. Saludos,
Sin duda, Kat, deberías crear una sección llamada "el submarino gastronómico". Tus entradas "culinarias" (... Con perdón...) tienen mucho éxito. A mí me gusta mucho leer de los dulces de allá, porque aquí los hay parecidos... Y también gustamos de comerlos así, jiji. Un abrazo.
ResponderEliminarLo voy a considerar, Sr. Aprendiz, gracias por el consejo jeje... Pero, tienes que contarme qué dulces hay por tu tierra y cuáles son tus preferidos (para que me hagas la boca agua). Saludos,
EliminarSrta. kat, con gusto le daré un vistazo rápido a la extensa lista de dulces de España, que es bien distinta según la región, desde el norte (muy calórica y sabrosa, con mucha mantequilla) hasta el sur (con clara influencia árabe). Un abrazo.
EliminarDefinitivamente muy diferente a lo que estamos acostumbrados por acá :P
EliminarA HATTORI HANZO
ResponderEliminarAhí te dejé una advertencia en blog de Ana Álvarez, mira que si te atreves te parto el ayote...
Hattori Hanzo, Hattori Hanzo, cuidao le 'tas echando el cuento amilindaAna. Cuidao.
Pochita:
ResponderEliminarNo se dé mala sangre con don Hattori Hanzo. Anoche estuve comiendo con él en "El Rincón Poblano" y creo que para usted ese samurái es pan comido.
Katmarce, hola: la invito a pasar por mi blog, creo que puede interesarle.
Me daré una vuelta en cuanto saque el ratito, DW. Saludos
EliminarAmiga Katmarce, gracias por su visita a mi blog. Le respondí ahí esto mismo:
ResponderEliminar"Katmarce: gracias por sus observaciones. Saludos.
Veamos:
1- No, la película que tanto le recomiendo al sartenista es "La gran comilona", cine más bien cruel, nada que ver con la belleza humana que hay en "El festín de Babette"
2- Esa letra chiquitilla la puse porque si no se me estira mucho la entrada, pero no es grave, es la sinopsis, casi que mejor no la lea, pero no la pondré más, perdóneme por esta vez.
3- Tiene razón con lo de Pericles.
Saludos!!
EliminarMientras leía el post, recordé la última panadería de pueblo de Moravia. De hecho era de adobe, con grandes ventanales de madera, que se abrían hacia afuera, para dejar que ese olor a levadura en el horno, nos antojara a todos los que pasábamos por ahí.
ResponderEliminarMis preferidos eran las roscas bañadas en un azucar rojo, y metía esas roscas en el café..... mmmmmm delicioso!!!
Lástima que ya nada es como antes.
¡Qué bonita estampa!... Exactamente así eran esas panaderías. Por dicha nos alcanzó el tiempo para llegarlas a conocer y ahora recordarlas. Gracias por la visita.
EliminarSÍGANOS POR BLOG, PUEDE APUNTARSE COMO SEGUIDOR(A):
ResponderEliminarTenemos nuestro propio blog, se llama CLUB MAGALY, donde ponemos los textos que originan debates cada sábado en los cineforos (sábados 1 p.m., Cine Magaly). El enlace es CLIC EN:
http://clubmagaly.blogspot.com/
Ya casi los sigo...
EliminarCaricatura para mi amigo bloguero Hattori Hanzo (el sartenista).
ResponderEliminarLa dejé en mi blog. Podéis pasar a mi blog.
Kat, hola, es solo para contarle que no puedo dejar de reírme si pienso en don Hattori, cuando voy al blog de la niña Pochita, ¿ya fuiste?
ResponderEliminarEl dilema del humanismo sobre el aborto...
ResponderEliminarNo se pierdan este sábado 17 de agosto a la 1 pm la sesión de análisis cinematográfico con la película "El secreto de Vera Drake" (Mike Leigh, 2004). En el cine Magaly.
La esperamos en nuestro blog.