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Imagen tomada de parameshwarys.blogspot.com |
Escurridizo…
Así se introdujo el fresco del día soleado por la ventana abierta que da con el
respaldar de mi cama. Y entre sus faldas
de aire de verano, se trajo consigo unas grandes mariposas de vivos colores que
entraron sin anunciarse a mi aposento, mientras tomaban el salón mayor para
bailar con elegancia, tal como si fuera una extensión del jardín.
En ese
instante, yo dormía plácidamente hasta que tres mariposas de alas de color azul
plata se posaron en mi cabeza y me despertaron con su caminar sigiloso de pies
ultra-finos. Al incorporarme,
lentamente, percibí su presencia y observé que otras tres de ropaje color
naranja revoleteaban en el dormitorio en busca de algunas plantas de flores
llamativas que acostumbran a quedarse al pie de mi cama.
La escena era
tan fascinante que me inspiró cerrar los ojos, solo por un momento, para
inhalar y disfrutar el sabor de verano soleado y brisa joven que me abrazaba.
Simpatizo con las pequeñas visitantes pero supe que su felicidad no estaba
entre cuatro paredes. Ellas son de espíritu libre, de creatividad espontánea y
de felicidad limitada, por eso me dispuse a mostrarles el camino hacia la
floresta externa que vibraba con tonos amarillos y verdes entre un alegre
vaivén producto del viento que no daba tregua.
Delicadamente
las tomé entre mis manos y las llevé hacia su libertad como si fueran peces
recién rescatados de una trampa mortal de marineros clandestinos. Una a una, las agraciadas forasteras emprendieron
su vuelo, planeando con su cuerpo frágil entre la deliciosa corriente de aire,
más allá de mi ventana, entre las flores del jardín, entre los tallos carnosos
de hojas verdes, entre los rayos de un sol palpitante de una mañana intensa de
verano donde, misteriosamente, sin mayores explicaciones, las mariposas
inundaron mi dormir y salpicaron mi día con su color y armonía.
Katmarce--