La
convivencia no es un asunto fácil. El compartir el mismo techo con los padres,
con amigos (as) o con una pareja no es siempre color de rosa como lo muestran
en las series “Friends” o “Mad About You”. Tampoco el vivir solo (a) es tan
emocionante como la vida de Carrie en “Sex and The City”.
Es por ello
que la decisión de cómo se quiere vivir requiere reflexión y conocimiento de sí
mismo. Por ejemplo, si se elige convivir con otras personas se debe fomentar la
tolerancia, la paciencia y el amor por el prójimo, todo esto, a su vez, producirá
nutridos frutos como son la buena compañía y la solidaridad. Además, los gastos
y las tareas del hogar podrían alivianarse ante la colaboración de quienes nos
acompañen en la aventura.
Por otro
lado, el vivir consigo mismo representa un reto de sobrevivencia. El
mantenimiento del espacio donde se vive y la falta de alguien con quién hablar
son los desafíos más representativos ante una alternativa de mayor
independencia y espacio propio. Claro, también hay que considerar la carga
monetaria, pues se debe emprender un régimen ordenado y menos holgado, en
cuanto a las finanzas, para evitar el caos.
Pienso que
en estos días, muchas personas se toman a la ligera esta decisión sin antes
hacer un recuento de lo que se tiene, lo que se requiere y, al final, lo que se
quiere de la vida. La presión social y las imágenes distorsionadas que
recibimos por muchos canales, en algunas ocasiones, de forma inconsciente, le juegan
malas pasadas a nuestra realidad.
¿Qué opinan ustedes?...
Katmarce—