martes, 15 de mayo de 2012

LA MANCHA DE NEGRO DILUIDO ALREDEDOR DEL OJO


Imagen tomada de esconsindromedesjogre.com/blog/

La mancha alrededor del ojo era de un color negro diluido y aún chorreaba de forma extendida sobre la mejilla.  El tinte que usaba para darle vida y contorno a su mirada vivaz en los días de sol, había sufrido los estragos de una lluvia gris.  Las pestañas aún humedecidas fueron testigos del mar de angustias y tristezas que pasaron en tan solo unos minutos de desahogo.

Dentro de ese ojo brilloso, de color caramelo y pupila dilatada, se escondía un alma temblorosa e inquieta que se auto-exiliaba con la misma rapidez que lo hace una tortuga en su caparazón, ante la amenaza de un atacante.

Fueron tan solo unos minutos de llanto.  La válvula abierta de dudas y tribulaciones sin respuesta.  Era el cansancio de momentos de agitación constante, el escape de un malestar sin dolor físico… Era esa alma afligida y fatigada que trataba de buscar acomodo, que estiraba sus extremidades adoloridas por el viaje para sentir alivio momentáneo.

Tal y como reacciona una gaseosa sacudida dentro de su envase, así sucedió esa tarde teñida de matices grisáceos. No hubo aviso y muchas justificaciones. Fue la explosión de un corazón estremecido, semi-protegido dentro de una coraza de piel y huesos, el que provocó aquella mancha sombría de color negro diluido alrededor del ojo.

Katmarce—

martes, 1 de mayo de 2012

LA TITULARIDAD DE LAS RELACIONES


¿Por qué siempre surge la necesidad de etiquetar a las personas con las que compartimos regularmente?... En una conversación entre amigos nació esta inquietud, luego de repasar una larga lista de denominaciones existentes en el mercado: conocidos (as), compas, amigos (as), amigos (as) con "derecho", mejores amigos (os), parejas, novios (as), tinieblos, esposos (as), amantes, los del rato, etc…

En fin, la variedad de términos surge según las generaciones y culturas, pero lo que siempre parece trascender es esa necesidad de encasillar a la persona con la que sales, o con la que te ven repetidamente.

“¿Ustedes qué son?”, por lo general pregunta la gente. Y muchos podrían responder: “¡no seas tan vino (a)!, ¡a vos qué te importa!”; pero la verdad es que tarde o temprano una también cae en la trampa y con cierta pena morbosa termina preguntándole a algún amigo o amiga lo mismo.

Uno de los que debatía el tema conmigo en el “chino satánico”, al calor de unos camarones con huevo, decía que eran las mujeres las que tenían la necesidad de agregarle títulos a sus relaciones. Yo discrepé enérgicamente al principio, pero luego de un rato de reflexión me quedó la duda: “¿será cierto?”…

Los argumentos dieron para extender una bonita conversación de viernes por la noche, justo lo que necesitaba para bajar la guardia de una cansada semana de mucho trabajo, y también me hizo pensar en otra posibilidad al respecto de la titularidad: “¿será que cuando le agregamos títulos a nuestras relaciones empiezan los problemas y roces, pues esto hace que se asuman ciertas ‘obligaciones’ y ‘responsabilidades’ que a la larga sucumben con la parte bonita de estar con alguien?”…

… No sé, lo extraño es que muchas veces encontramos parejas que viven juntas y mantienen una relación estable y, hasta cierto punto, envidiable por muchos años, pero tardan en firmar su “matrimonio” para que las tensiones visiten sus hogares, socaven la magia que los unía antes del “papel” y, finalmente, terminen separándose.

Me gustó el tema para debatir. Creo que es algo que muchos llevamos interiorizado y cada quien categoriza, de forma silenciosa, a las personas que están a su alrededor, aunque no siempre se comparten esas escalas de forma pública.

Katmarce—


PD: Mis amigas de Quino me ayudan a ilustrar esta entrada.