miércoles, 15 de febrero de 2012

ENTRE EL AQUÍ Y EL ALLÁ


Imagen tomada de www.conplumaypapel.com
La consciencia deambulaba entre el aquí, el ahora, el allá y el pasado.  No era su intención, solamente bailaba entre las olas de un sueño profundo atraído por un accidente con daños irreversibles. Algunas veces escuchaba a quienes en vida fueron personas cercanas y otras veces percibía la preocupación de los doctores por su estado de salud.

No había diferencia entre los días y las noches, los minutos y las horas, las semanas o los meses.  Era un estado permanente de ir y venir, sin control del tiempo, ni el espacio.  Una dimensión donde los sentimientos dolorosos no existen, ni mucho menos las penas terrenales que tanto acosan a los humanos en vida.

La incertidumbre era una compañera constante; sin embargo, existía una única certeza latente: el pasaje adquirido era de una sola vía y esto era tan inequívoco como el trazo seguro de una máquina de costura guiada por la mano de una especialista en estos menesteres.

En algunos momentos de esta inconsciencia a medias, la cama bajo su espalda se sentía algo suave pero incómoda, pues ya había adquirido la forma de sus huesos, perdiendo el confort característico de las noches de sueño plácido en la que fuera su casa.

A ratos llegaba el olor de flores marchitas mezcladas con medicamentos, otras veces, el fresco de la ventana abierta venía acompañado de recuerdos de tierra mojada, pastos verdes y árboles tambaleantes.

Un día (¿o noche?) sucedió que el cuerpo adquirió un peso inusual. La respiración era forzada y mucho más pausada de lo normal.  Quizo decir "adiós, los veo en un rato", pero las palabras se ahogaron en unos labios endurecidos por el tiempo. Su transporte hacia un mundo incierto había llegado. La oscuridad envolvió su espíritu, mientras el camino que debía seguir se iba iluminando paulativamente... Ella lo miró tranquila y simplemente se dejó llevar por su trayectoria...

Katmarce--

miércoles, 1 de febrero de 2012

HASTA EL CONCEPTO DE "FAMILIA" EVOLUCIONA


No hay familias sin niños y niñas”… Estas fueron las declaraciones de nuestra Presidenta de la República, Laura Chinchilla, que desataron la polémica días atrás y me cargaron las pilas para escribir una reflexión al respecto.

No hay que ser una antropóloga o socióloga para, a simple vista, deducir que nuestra sociedad ha evolucionado.  Hoy día las parejas controlan más la formación de su prole por diversos motivos: existen una gran variedad  de métodos anticonceptivos, el costo de la vida va en aumento, la inseguridad se apodera de las calles y las casas, vivimos en un planeta que sufre las consecuencias de un mal uso de los recursos… En fin, estos son algunos de los motivos por los que muchos ponen sus deseos primitivos en una balanza y lo piensan dos veces para aumentar el número de miembros en sus hogares.

Creo que muchos profesionales de mi generación se toman un espacio para conversar con sus parejas al respecto y decidir en conjunto. Durante este proceso, algunos resuelven posponer la perpetuación del apellido para épocas mejores (si es que llegan) y, en su lugar, prefieren cultivar un núcleo formado por solo dos integrantes.

… Yo no veo cuál es el problema de esta nueva concepción de "familia"... También hay que considerar que hay quienes tienen impedimentos para tener hijos (ya sean por problemas biológicos, genéticos o por su elección de convivir con una pareja homosexual)…

Como lo dije antes, nuestra sociedad está en un escalón muy diferente desde que el concepto de familia se concibió. Por ello, es necesario adaptarnos a este cambio y, sobre todo, respetar las diversas formas de ver la vida y de asumir el destino de cada quien, sin imponer viejos esquemas que se están transformando hacia una filosofía de mayor consciencia del entorno donde se vive.

Katmarce—